Recupero en BTV una película de
Rodrigo Sorogoyen, titulada Que Dios nos perdone, protagonizada por
Antonio De la Torre, Roberto Alamo y Luis Zahera. Se trata de una buena
película policíaca, que mantiene un buen ritmo y un interés en la trama a pesar
de superar en poco las dos horas de metraje.
Se trata de dos policías
trabajando en unos casos en que hay un psicópata que se dedica a violar y
asesinar ancianas. Mientras uno de los policías (Alfaro) es un ser violento e
irascible, que ya ha sido expedientado por haberse peleado con otros compañeros
del cuerpo, el otro (Velarde) es un hombre apocado, con traumas de la infancia
que han ocasionado que tenga tartamudez al hablar. En la primera hora de la
película, avanzan las investigaciones a medida que se descubren los crímenes
del psicópata y se explica la vida de los protagonistas. Mientras Alfaro tiene
una familia, mujer e hijos, y descubrirá como ella le es infiel; Velarde es una
persona solitaria y encerrada en sí misma. También aparecen como personajes
secundarios otros policías del cuerpo, compañeros de los protagonistas que
cerraron apresuradamente y con poca profesionalidad el primer asesinato del
psicópata; y los mandos que parecen poco eficientes y que actúan con desidia.
En un momento dado, se revela
al espectador quién es el asesino y se trata de un joven treintañero, con
traumas desde la niñez según explica un párroco con el que preparó la primera
comunión y que ejerce una venganza contra su madre asesinando a mujeres también
ancianas tras agredirlas sexualmente.
La película crea una buena
atmosfera al identificar a los policías con el psicópata. Si el asesino
arrastra traumas y es una persona violenta, también los policías comparten
estas características, uno el ser alguien traumatizado y el otro utilizar de
manera bastante incontrolada la violencia. Así, también Velarde podría ser
capaz de cometer un crimen por culpa de sus traumas, como está a punto de violar a la mujer de la limpieza con la queda un día en su casa; y a Alfaro se le podría ir
la mano en uno de sus arranques de cólera.
Rodada en gran parte en las
calles más céntricas de Madrid, las que están situadas cerca de la Puerta del
Sol, Sorogoyen imprime una cercanía y viveza a la acción con esas
localizaciones, ayudado por una buena interpretación de los principales
protagonistas para conseguir una película con buen ritmo. Aunque el suspense en
cuanto a quién es el asesino lo interrumpe el propio guion de la película, al
revelar su identidad se enriquece la trama por las similitudes entre policías y
asesino.
El epílogo me ha desconcertado
un poco pero luego he pensado que era un buen final. El psicópata había logrado
huir de Madrid tras matar a Alfaro. Entonces la acción se traslada a tres años
después en un poblado rural de Cantabria. No sabemos nada de cómo han ido a
parar allí los personajes, salvo que el asesino vive una existencia normal
teniendo un empleo y Velarde aparece de manera diferente, sin afeitarse,
vestido informal cuando toda la película ha ido en traje y sin vehículo. Un
último ajuste de cuentas acerca definitivamente dos personajes tan parecidos,
psicópata uno, policía el otro.
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