Llega a España un éxito de
taquilla del cine italiano: Siempre nos quedará mañana, dirigida e
interpretada por Paola Corterllesi y con su marido, Valerio Mastandrea, como protagonista
masculino.
Rodada en blanco y negro, la
acción se sitúa en Roma en 1946 y acaba el 2 de junio de ese año, con las primeras
elecciones democráticas en varias décadas para elegir Parlamento y definir la
forma de Estado, además de ser los primeros comicios en que pudieron votar las
mujeres en el país transalpino.
Se trata de una historia de una
familia, un matrimonio de mediana edad, con una hija cercana a los 20 años, dos
niños de 10 o 12 años y el padre del marido. En la primera escena, justo al
despertarse, y sin que venga a cuento, el marido le pega un bofetón a su mujer. Eso marca el tono de la película en cuanto a que explica la absoluta subordinación de la mujer, Delia, respecto a su
marido, llamado Ivano, en una relación presidida por un machismo violento y
recalcitrante mientras ella tiene como vías de escape una amiga llamada Marisa
y un antiguo amor, Nino, que le sugiere escapar e ir a vivir al norte del país.
La hija del matrimonio,
Marcella, tiene un novio de una clase burguesa más acomodada. En principio,
todo el mundo ve bien la relación pero, en una comida celebrada en casa de la
chica, se pondrán de manifiesto la diferencia de clase social y luego Delia se
dará cuenta que a Marcella, en ese futuro matrimonio, le espera una vida igual
de sojuzgada que la suya. Por ello, boicoteará la boda de su propia hija
atentando, con la connivencia de un soldado americano con el que ha trabado
amistad, contra la pastelería de la familia burguesa para hundirles
económicamente y frustrar el matrimonio.
Otra subtrama de la película es
la muerte del abuelo, con un velatorio en el que se presentan familiares y
amigos mientras Delia quiere escapar para hacer valer sus derechos políticos en
esas elecciones históricas suponiendo ese hecho todo un acto de rebeldía frente
al marido.
La película mezcla drama y
comedia, coreografiando las escenas de violencia cuando el hombre pega a su
mujer y con canciones contemporáneas en la banda sonora en esas escenas. Es una
manera especial que ha escogido la directora para tratar la violencia y no me
parece mal, creo que funciona y puede ser más o menos original, así como la
parte de comedia de la película que es lo más logrado de la misma. La comida
con la familia burguesa es un desastre y funciona bien la comicidad de esas
escenas; y también en el velatorio del abuelo, en la propia casa familiar, con
una escena de película de Berlanga en la que hay una mujer anciana vestida de
negro que nadie conoce y que actúa como plañidera vocacional.
Es obvio que la directora juega
sobre seguro, en estos tiempos, con la temática del empoderamiento femenino. Eso
le asegura una acogida amable, o incluso entusiasta, por mucha gente y
sobredimensiona las bondades de la película que, aun cuando tiene puntos a
favor, tampoco es una gran película sino simplemente resultona.
Además, el giro final basado en
la sorpresa y reforzando esa reivindicación feminista está hecho de manera tramposa,
amagando información al espectador para causar de manera artificiosa ese
efecto.
Una película amable de ver pero sobrevalorada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.