jueves, 30 de mayo de 2024

CONFETI

 

Confeti es el último libro de Jordi Puntí, ganador del premi Sant Jordi y es una biografía novelada de Xavier Cugat.

La verdad es que Cugat es un personaje fascinante tal como se mostraba en el documental Sexo, maracas y chihuahuas que vi hace dos o tres años por TV. Cugat fue una persona que creó un personaje y costaba distinguir donde acababa la persona y empezaba el personaje, o al revés, y qué había de cierto en todo lo que decía.

Puntí se ha documentado durante años, estudiado bibliografía y oyendo anécdotas del personaje. Ha escrito un libro entretenido, vibrante, de prosa fluida y que no cansa en sus casi 400 páginas. Ha utilizado con acierto la figura de un personaje ficticio, un periodista llamado Daniel, que se convierte en un observador en primera persona relatando la vida de Cugat desde que coincide con él en el primer viaje que, siendo ambos adolescentes, emprende el músico gerundense desde La Habana a Nueva York en 1915.

Daniel, nacido justo en medio de 1897, el 2 de julio y, por tanto, dos años y medio mayor que Cugat, nacido el 1 de enero de 1900, es quien en la mayor parte del libro (menos unas páginas que refiere en primera persona Abbe Lane) explica la vida de Cugat. Le profesa gran admiración mientras sigue su vida y, en un proceso de mimetización, se presenta incluso a un concurso de dobles del músico y, en la última década del siglo XX, acaba actuando como si fuera el propio Cugat para que éste, de alguna manera, pueda vivir la ilusión que tenía de morir a los 100 años cumpliendo un siglo entero. Daniel se viste como Cugat, actúa a su manera e incluso tiene estancias en el hotel Ritz de Barcelona hasta que, cuando Cugat hubiera cumplido 100 años, queda liberado de su autoimpuesta obligación.

No cabe duda de que Cugat fue un hombre muy importante en la difusión de la música cubana y latina en los Estados Unidos. También era un hombre con olfato para descubrir nuevas estrellas, con instinto para los negocios y para aprovechar las innovaciones tecnológicas, adaptándose y explotándolas de forma visionaria como hizo con la radio (de haber nacido en el siglo XXI, seguro que hubiera sido un afamado youtuber o influencer). Supo crearse un personaje que, de alguna manera, le acabó devorando ya que, en muchas ocasiones, sus mentiras pasan a lo que Puntí llama galería de los recuerdos inventados. Aunque conoció a mucha gente famosa, de todo tipo, probablemente mentía sobre todo en la profundidad de sus relaciones con los más famosos gángsters del siglo, así como se auto adjudicaba el descubrimiento de más talentos musicales de lo que pasó en realidad. 

 Por otra parte, a lo largo del libro se describe gran parte de la historia musical de los Estados Unidos en el siglo XX, y también del cine rememorando aquellas películas fotografiadas en technicolor en las que la orquesta de Cugat aparecía con su vistoso vestuario mientras él dirigía y hacía caricaturas.

Buen entretenimiento y buena manera de aproximarse a un català universal como Cugat.

  

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