Confeti es el último
libro de Jordi Puntí, ganador del premi Sant Jordi y es una biografía novelada
de Xavier Cugat.
La verdad es que Cugat es un
personaje fascinante tal como se mostraba en el documental Sexo, maracas y
chihuahuas que vi hace dos o tres años por TV. Cugat fue una persona que
creó un personaje y costaba distinguir donde acababa la persona y empezaba el
personaje, o al revés, y qué había de cierto en todo lo que decía.
Puntí se ha documentado durante
años, estudiado bibliografía y oyendo anécdotas del personaje. Ha escrito un
libro entretenido, vibrante, de prosa fluida y que no cansa en sus casi 400 páginas.
Ha utilizado con acierto la figura de un personaje ficticio, un periodista llamado
Daniel, que se convierte en un observador en primera persona relatando la vida
de Cugat desde que coincide con él en el primer viaje que, siendo ambos
adolescentes, emprende el músico gerundense desde La Habana a Nueva York en
1915.
Daniel, nacido justo en medio
de 1897, el 2 de julio y, por tanto, dos años y medio mayor que Cugat, nacido
el 1 de enero de 1900, es quien en la mayor parte del libro (menos unas páginas
que refiere en primera persona Abbe Lane) explica la vida de Cugat. Le profesa
gran admiración mientras sigue su vida y, en un proceso de mimetización, se
presenta incluso a un concurso de dobles del músico y, en la última década del
siglo XX, acaba actuando como si fuera el propio Cugat para que éste, de alguna
manera, pueda vivir la ilusión que tenía de morir a los 100 años cumpliendo un
siglo entero. Daniel se viste como Cugat, actúa a su manera e incluso tiene
estancias en el hotel Ritz de Barcelona hasta que, cuando Cugat hubiera
cumplido 100 años, queda liberado de su autoimpuesta obligación.
No cabe duda de que Cugat fue
un hombre muy importante en la difusión de la música cubana y latina en los Estados
Unidos. También era un hombre con olfato para descubrir nuevas estrellas, con
instinto para los negocios y para aprovechar las innovaciones tecnológicas,
adaptándose y explotándolas de forma visionaria como hizo con la radio (de haber
nacido en el siglo XXI, seguro que hubiera sido un afamado youtuber o
influencer). Supo crearse un personaje que, de alguna manera, le acabó
devorando ya que, en muchas ocasiones, sus mentiras pasan a lo que Puntí llama galería
de los recuerdos inventados. Aunque conoció a mucha gente famosa, de todo
tipo, probablemente mentía sobre todo en la profundidad de sus relaciones con
los más famosos gángsters del siglo, así como se auto adjudicaba el descubrimiento
de más talentos musicales de lo que pasó en realidad.
Por otra parte, a lo largo del libro se
describe gran parte de la historia musical de los Estados Unidos en el siglo
XX, y también del cine rememorando aquellas películas fotografiadas en
technicolor en las que la orquesta de Cugat aparecía con su vistoso vestuario
mientras él dirigía y hacía caricaturas.
Buen entretenimiento y buena
manera de aproximarse a un català universal como Cugat.
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