miércoles, 17 de abril de 2024

BARÇA 1- PSG 4

 

La parte positiva del partido de ayer es que, siguiendo en la línea de lo sucedido en París, el Barça no perdió el orgullo, compitió la eliminatoria hasta el final a pesar del abultado 1-4 del marcador y los jugadores se vaciaron en el campo. Después de muchos años, se compitió una eliminatoria de Champions y hubo posibilidades de llegar a semifinales, en gran parte truncadas por la expulsión de Araujo. Y compitió perdiendo la posesión de la pelota, tanto jugando 11 contra 11 como 11 contra 10, pues para ser competitivo no hace falta ganar la posesión sino, cuando tienes la pelota, ser capaz de hacer daño al rival. Así, en los primeros doce minutos el Barça tuvo un 33% de posesión, pero un balón de Lamal en la banda, con arranque explosivo dejando clavado a Nuno Gomes, provocó el primer gol de Rafinha con asistencia del mataronés.

Después de ese gol, vinieron los mejores minutos del Barça porque el encuentro se equilibró y Lewandovski tuvo una gran oportunidad para el 2-0. Pero, sobre el minuto 30, llegó la desgraciada jugada de Araujo, provocada en primer lugar por ser flotado por Luis Enrique para sacar la pelota. Un fallo en la salida de pelota dio lugar a la jugada posterior, a punto de internarse Barcola en el área cuando fue torpemente obstaculizado por el charrúa. Que Araujo pone la mano en el hombro de Barcola es indudable, a partir de ahí es ocioso decir si la fuerza es suficiente o no para hacer caer el jugador francés. Estando Cubarsí muy lejos, y aplicando el reglamento, mal que nos pese la expulsión fue justa.

Sacrificado Lamal dando entrada a Iñigo de central, el Barça no tenía el mejor equipo para defender con un medio campo nada preparado para el sacrificio defensivo. Xavi no gestionó bien jugar con diez y se mostró desesperado cuando aún había mucha eliminatoria por delante, que él ya vio un buen rato en su habitual sitio en la tribuna de prensa después de autoexpulsarse dando una imagen pésima, cosa que repitió al final del partido yéndose hacia el árbitro para decirle que era muy malo. No había mucho en el banquillo, se notaron las bajas de Roberto y Crhistiansen, pero echamos de menos la energía de Fermín que tardó mucho en entrar en el terreno de juego, cuando quedaban menos de diez minutos para el 90. En el mismo momento entró Joao Félix, que casi no llegó a tocar el balón. Poca fe teníamos en el luso, pero también hubiera necesitado de algunos minutos más para ver si realmente podía hacer alguna acción meritoria.

Como todo salió mal, el primer gol del PSG hizo mucho daño pues se produjo a poco de llegar al descanso. Una jugada por el lado izquierdo, con centro al área y Cancelo sin cerrar bien su banda permitía que el MVP del partido Dembelé empatara. Pero lo peor estaba por llegar porque, lo peor para mi de la noche, es que el Barça, voluntarioso pero mal estructurado, permitía que Vitinha se encontrara libre de marca en una jugada a balón parado del PSG y tuviera todo el tiempo del mundo para fusilar a Ter Stegen desde fuera del área con un gran chut ejecutado sin oposición; y el atolondrado Joao Candelo culminaba su nefasta actuación entrando a Dembelé en el área cuando lo que pedía la jugada era simplemente aguantar la marca, cometiendo penalty y dejando ya en ventaja al PSG en la eliminatoria con el 1-3.

Con un PSG, que vaciló y no sabía si machacar buscando el cuarto o conservar la ventaja, el Barça tiró de casta y fue apreciable el esfuerzo de los jugadores, sobre todo de Rafinha, llegando a tener buenas ocasiones de gol que no pudieron concretar Gündogan y Lewandovski. Con la entrada de Fermín y J.Félix a la desesperada, más la anterior incorporación de Torres, el Barça se dispuso al asalto final y dejo desguarnecida la defensa con lo que, al filo del minuto 90, en un contraataque, y tras rebote afortunado, Mbappe marcó el 1-4 definitivo.

Fue una lástima porque noté que, no solo yo, sino que después de la ida, con la perspectiva de enfrentarse a Dortmund o Atlético, había ilusión en llegar a la final, se veía factible. Pero no pudo ser y volvemos a la realidad, una Liga prácticamente perdida, aunque nuestro escudo exige competir en Madrid y una situación social, institucional y económica degradada por culpa de Laporta y su banda. 

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