miércoles, 10 de abril de 2024

LOS COLORES DEL INCENDIO

 

Sigo con el segundo volumen de la trilogía de Pierre Lemaitre sobre el período de entreguerras y leo Los colores del incendio, que abarca los años 1927 a 1933.

Se trata de la historia de una venganza. El libro empieza con la muerte del banquero Marcel Pericourt, celebrándose un funeral de estado, y como en ese justo día su nieto Paul se arroja desde una ventada cayendo sobre el ataúd de su abuelo, quedando paralítico y condenado a una silla de ruedas. Madeleine, la desdichada hija de Marcel y madre de Paul, que ya tuvo que soportar como marido al capitán Pradelle que acabó en la cárcel en el primer volumen, se ve desbordada por la aparente caída accidental, cosa que aprovechan el apoderado del banco, Jouvert, y su propio tío, Charles Pericourt, para arruinarla y condenarla a la estrechez económica de la pequeña burguesía.

Madeleine urdirá con extrema frialdad una venganza sobre su tío, Jouvert y también sobre André, un joven aspirante a periodista, que actuó como preceptor de Paul y fue, por su actitud, culpable de la caída del niño. Para ello no dudará en utilizar las artimañas más sucias, escogiendo como director de la estrategia a seguir a un anarquista llamado Dupré, excolaborador de su marido en el primer volumen y buen conocedor de cómo usar cualquier medio delictivo, con pocos escrúpulos, para impartir su propia justicia.

Completan los personajes de la novela Vladi, la niñera polaca de Paul que no habla francés; Léonce, que estuvo al servicio doméstico de Madeleine, junto a Robert, su marido de pocas luces; y Solange, una diva de la ópera, que es amiga de Paul ya que fue la música el factor que logró hacerlo despertar de la atonía en que se encontraba tras la caída y convertirse en un joven emprendedor y, a pesar de sus limitaciones físicas, dinámico. De estos personajes, Léonce y Robert serán chantajeados por Madeleine ya que la chica ha cometido bigamia al haberse casado con Jouvert y serán usados como peones en la venganza que dirigen Madelein y Dupré.

Por un lado, la novela se revela igual de eficaz, dinámica y entretenida que en su primera entrega. Tal vez la primera novela era superior al ser más homogénea en su narración y, en esta segunda entrega, hay más dispersión en las subtramas y algunas tienen más interés que otras, siendo un poco irregular pero, en cualquier caso, el libro nunca se cae de las manos. Y tiene momentos muy divertidos como cuando Madeleine se desplaza a Berlín para vender a los nazis  los prototipos de la corporación aeronáutica robados a su exapoderado, o los sabotajes que Robert realiza en esa misma corporación cuando ha sido introducido para trabajar allí como topo de Madeleine.

 Por otro lado, nos sigue mostrando una sociedad francesa herida tras el fin de la I Guerra Mundial y que se encamina hacia el desastre de 1940. Se trata de una sociedad con escándalos financieros y una acusada desigualdad, con polémicas sobre la política fiscal y, en el plano internacional, con un gran temor hacia el rearme alemán, pero asomando también algunas fuerzas que, aun no queriendo impulsar un movimiento como el nazi, sí creen que Francia debe aproximarse a un modelo fascista como el italiano. Ese es el sentido del fracasado proyecto de diario fascista que André, antes de ser inculpado en un asesinato gracias a las maniobras de Madeleine y Dupré, intenta impulsar en su final como arribista periodista del período de entreguerras. 

El fracaso de la corporación aeronáutica de Jouvert y los escándalos financieros no existieron con la exactitud con que Lemaitre los explica en la novela, pero se ha basado en casos reales por lo que capta la problemática social que causaron hechos parecidos.  

Espero leer pronto la tercera entrega de esta animada trilogía.

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