José Luis López Vázquez es un
actor tan enorme que siempre viene de gusto verlo en una película. La lástima
es que, en esta ocasión, y a pesar de que su nivel interpretativo alcanza la
excelencia, esta comedia dirigida en 1967 por José María Forqué resulta un
tanto insuficiente.
A pesar de ser rodada a finales
de los años 60, la película tiene un tono neorrealista, sobre todo en una
primera escena en la que López Vázquez, humilde trabajador municipal de limpieza
del Ayuntamiento de Madrid y su mujer, Julia Gutiérrez Caba, analizan su
depauperada situación económica, que es tan lamentable que han empeñado las
alianzas de boda, no pueden ni pagar el recibo al cobrador de El Ocaso (o, como
hubiera dicho mi abuela, “el de los muertos”) al cual han de dar largas y, lo
peor de todo, han de pagar 3.000 pesetas en unas horas para no verse
desahuciados.
Tras este inicio, y haciendo su
habitual ronda de limpieza con un compañero interpretado por Juanjo Menéndez,
el barrendero, tal como refleja el título de la película, se encuentra un
millón de pesetas en la basura. A partir de ahí, el tono es de comedia y la
historia se mantiene con el aliciente de saber si devolverá el millón o no. Su
primer impulso, y el de su suegra, es no devolverlo contra el parecer de su
mujer y su suegro. Al final, podrá más la honradez de esta gente humilde que
será convenientemente gratificada por la compañía mercantil que había perdido
el dinero, y de acuerdo con las fechas navideñas en que tiene lugar la trama
que también propicia un acto de solidaridad económica por parte de los
compañeros del Ayuntamiento siguiendo la línea de los que ayudaban a George
Bailey en ¡Qué bello es vivir! Mientras tanto, las situaciones cómicas
se ven ayudadas por López Vázquez, histriónico mientras no pierde de vista la
maleta con el dinero, nervioso ante las dudas que le asaltan y desarrollando su
vis cómica.
La película está bien, pero al
guion le falta mala leche. Hubiera hecho falta un Rafael Azcona para potenciar
el tono de comedia, pero sobre todo mostrar la miseria y mediocridad de la
sociedad franquista. Probablemente, esto excedía los propósitos de los tres
guionistas de la película: Pedro Masó, Vicente Coello y Antonio Vich, así que
la historia está en buena parte desaprovechada, pero es una película que se ve
de forma amena y muy bien interpretada, también con una colección de
secundarios de toda la vida como José Sacristán, Rafaela Aparicio, Saza, Emilio
Laguna, etc.
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