sábado, 27 de enero de 2024

UN MILLÓN EN LA BASURA

 

José Luis López Vázquez es un actor tan enorme que siempre viene de gusto verlo en una película. La lástima es que, en esta ocasión, y a pesar de que su nivel interpretativo alcanza la excelencia, esta comedia dirigida en 1967 por José María Forqué resulta un tanto insuficiente.

A pesar de ser rodada a finales de los años 60, la película tiene un tono neorrealista, sobre todo en una primera escena en la que López Vázquez, humilde trabajador municipal de limpieza del Ayuntamiento de Madrid y su mujer, Julia Gutiérrez Caba, analizan su depauperada situación económica, que es tan lamentable que han empeñado las alianzas de boda, no pueden ni pagar el recibo al cobrador de El Ocaso (o, como hubiera dicho mi abuela, “el de los muertos”) al cual han de dar largas y, lo peor de todo, han de pagar 3.000 pesetas en unas horas para no verse desahuciados.

Tras este inicio, y haciendo su habitual ronda de limpieza con un compañero interpretado por Juanjo Menéndez, el barrendero, tal como refleja el título de la película, se encuentra un millón de pesetas en la basura. A partir de ahí, el tono es de comedia y la historia se mantiene con el aliciente de saber si devolverá el millón o no. Su primer impulso, y el de su suegra, es no devolverlo contra el parecer de su mujer y su suegro. Al final, podrá más la honradez de esta gente humilde que será convenientemente gratificada por la compañía mercantil que había perdido el dinero, y de acuerdo con las fechas navideñas en que tiene lugar la trama que también propicia un acto de solidaridad económica por parte de los compañeros del Ayuntamiento siguiendo la línea de los que ayudaban a George Bailey en ¡Qué bello es vivir! Mientras tanto, las situaciones cómicas se ven ayudadas por López Vázquez, histriónico mientras no pierde de vista la maleta con el dinero, nervioso ante las dudas que le asaltan y desarrollando su vis cómica.

La película está bien, pero al guion le falta mala leche. Hubiera hecho falta un Rafael Azcona para potenciar el tono de comedia, pero sobre todo mostrar la miseria y mediocridad de la sociedad franquista. Probablemente, esto excedía los propósitos de los tres guionistas de la película: Pedro Masó, Vicente Coello y Antonio Vich, así que la historia está en buena parte desaprovechada, pero es una película que se ve de forma amena y muy bien interpretada, también con una colección de secundarios de toda la vida como José Sacristán, Rafaela Aparicio, Saza, Emilio Laguna, etc.

 

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