Tras haber visto una obra de
Thomas Bernhard hace unas semanas, compro un libro con tres obras del autor
austríaco. Se trata de un estilo denso, con versos sin signos de puntuación, lo
que supone más esfuerzo al leer y deja una cierta ambigüedad a discreción del
lector.
Ante la jubilación, que
además lleva el subtítulo de Comedia del alma alemana, es un furibundo
ataque contra el poso que el nazismo dejo en la sociedad alemana durante varias
décadas. Basada en el hecho real que, en 1978, de descubrió el pasado nazi de
una persona que había llegado lejos en la judicatura alemana, Bernhard retrata
a un exoficial de las SS llamado Rudolf Höller, reconvertido en juez a punto de
la jubilación; una de sus hermanas, Vera, totalmente en sintonía con su hermano
en cuestiones ideológicas y con el que mantiene relaciones incestuosas; y
Clara, la hermana menor, paralítica a consecuencia de un bombardeo aliado y que
mantiene una actitud diferente a la de sus hermanos ante los cuales, fruto de
su discapacidad, es una especie de prisionera.
La acción transcurre un 7 de
octubre, fecha en la que Rudolf y Vera celebran el aniversario del nacimiento
de Heinrich Himmler. En el primer acto aparecen las dos hermanas, casi un
monólogo de Vera, que presenta a los personajes y al ausente Rufolf, que llega
en el segundo acto contento porque ha conseguido una resolución judicial para
que no se instale una fábrica de elementos químicos cerca de donde viven. En
los dos actos que están los tres personajes, se ve como Rudolf y Vera mantienen
una ideología nazi, nula autocrítica respecto al régimen de Hitler, marcando un
explícito antisemitismo y mostrando un orgullo hacia ese pasado. Rudolf se
emborrachará y le dará un ataque, del cual Vera culpará a la casi ausente Clara
que, pese a hablar poco, tiene tanta entidad como personaje al igual que sus
hermanos, finalizando la obra con la llamada a un médico.
La obra está escrita en los
años ochenta, cuando todavía había personas que, a punto de la jubilación como
el protagonista, podían haber tenido cargos importantes en el nazismo,
militares o civiles, que hubieran ocultado. Por tanto, la obra incidiría en esa
desnazificación tras la II Guerra Mundial, si fue sincera y qué magnitud tuvo.
Ahora estamos en otra etapa, los supervivientes de la II Guerra Mundial son
nonagenarios que, como mucho, pudieron estar alistados durante su adolescencia
en las Juventudes Hitlerianas. Pero, dado que el pasado vuelve y la extrema
derecha alemana vuelve a tener resultados significativamente importantes en las
elecciones de los últimos años, no pierde actualidad esta mirada al alma
alemana y, por extensión, europea acerca de la intolerancia y el
ultranacionalismo.
MInetti es la segunda
obra del volumen de obras de teatro de Thomas Bernhard, dedicada al actor
apellidado igual que el título de la obra: Bernhard Minetti, fallecido en 1998.
Se parece a El hombre del teatro ya que
también aquí el protagonista es un actor de teatro. Un actor que se ha citado
con el director de un teatro en la ciudad de Ostende para hacer lo que lleva
treinta años esperando: interpretar al rey Lear. Lo espera en un hotel mientras
explica su vida a una muchacha que espera a su novio. Retirado forzosamente de
la escena hace treinta años, no ha dejado de ensayar ese papel y verá pasar su
vida, un fracaso ante una sociedad que no le entendió y él critica cuando le echaron
como director del teatro de Lubeck; pero con la voluntad de llevar hasta las
últimas consecuencias la oportunidad de trabajar como actor dramático ante la
ausencia de un director que, como el Godot de la obra de Beckett, nunca llegará
a aparecer.
Ritter, Dener, Voss es
la última obra del volumen, todavía más densa, y el título también toma el
nombre de actores reales que conoció y trabajaron con Bernhard. Repite el
esquema de tres personajes, con tres hermanos, dos mujeres y un varón. Hijos de
una acaudalada familia industrial, las mujeres han intentado ser actrices, aunque
no han consolidado su posición y se han recluido en la mansión familiar. Allí
esperan a Voss, en realidad llamado Ludwig, que es su hermano filósofo, empeñado
en realizar un Tratado de Lógica y que les visita con un permiso que le han
dado en Steinhof, un conocido manicomio austríaco donde está internado.
Las relaciones entre los hermanos
están viciadas y son turbulentas como se ve en el primer acto, protagonizado
por las hermanas, estando una de ellas próxima su hermano y la otra en contra.
En el segundo acto, aparece Voss que combina ácidas y lúcidas reflexiones con
una crisis violenta que le lleva a romper la vajilla al final del acto. En el
tercero, Voss se ha convertido en el protagonista de la obra y prosigue su
diatriba contra un mundo desordenado y caótico, apuntando especialmente al médico de la
familia, pero siendo una crítica más abstracta que Ante la jubilación. Aquí,
por lo que leo posteriormente, el personaje de Ludwig se inspira en Witgenstein,
el sobrino del cual conoció Bernhard en un sanatorio, y quien conozca la obra
del filósofo alemán, que no es mi caso, disfrutará más la obra que, en cualquier
caso, vale la pena leer (y releer por su extraordinaria densidad) si uno no
está muy pesimista pues, entre otras reflexiones, dice Voss:
Lo hemos probado todo
y estamos al final
siempre solos
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