Recuerdo haber visto Pépé Le
Moko (1937), de Julien Duvivier, en los años ochenta, en una
programación de la 2 y, obviamente, doblada en castellano. A pesar de las malas
condiciones en que la vi, guardaba un buen recuerdo que se confirma cuando la
puedo ver en un DVD en versión original.
A pesar de que la película
tiene muchos argumentos, hay que empezar por destacar la grandeza de Jean
Gabin. Un grande del cine francés que,
de haberse afincado en Hollywood, hubiera dado mucho juego y especialmente me
lo imagino en el cine negro asumiendo algún papel de los que tuvieron Humphrey
Bogart o Glenn Ford. Mi admiración se
acrecienta por lo que leí de su biografía. Llega a Estados Unidos después de la
ocupación alemana en 1940 pero está poco en Hollywood, casi no rueda (apenas
una película con Ida Lupino) aunque aprovecha la estancia para tener un romance
con Marlene Dietrich. Una vez la guerra da un giro y empieza el declive alemán,
rompe el contrato con una productora americana y se traslada a Europa para
participar en la guerra por lo que afirmaba que había perdido dinero con tal de
combatir en la liberación de Francia. Fue condecorado como héroe de guerra por la República Francesa.
Pero, además, era un gran
actor, con ese aspecto de héroe trágico que no puede escapar a su destino como
en la extraordinaria Le jour se léve de Marcel Carné, las películas que
rodó con Renoir o esta Pépé Le Moko. Duro e inflexible, pero también
sensible, pasional y sentimental; Gabin es una presencia con gran magnetismo en
pantalla, abocado a finales sin salida posible como en la también
extraordinaria El muelle de las sombras de Carné.
En esta película de Duvivier lo
tenemos como gangster parisino que se ha refugiado en la casba de Argel y es
buscado por la policía francesa. Las
laberínticas y empinadas calles de la casba, junto a la extraordinaria densidad
demográfica del lugar, actúan a la vez como refugio pero también prisión, solo allí
es invulnerable a las fuerzas policiales. La policía hace un intento
desafortunado de apresarlo al principio de la película e intenta una añagaza,
aprovechando que un miembro de la banda es para Gabin como un hijo adoptivo,
para capturarlo; pero con resultados infructuosos pese a que el entorno tampoco
es del todo favorable a Gabin, siempre con el peligro de algún delator en su
círculo cercano. La aparición de una bella turista, de la cual Gabin se enamora
perdidamente, dará ocasión a que finalmente abandone la zona de seguridad de la
casba y sea apresado en el puerto de Argel.
Duvivier filma con soltura y
elegantes movimientos de cámara la casba argelina, con una cuidada ambientación
para reproducir un lugar tan rico en detalles y matices. Habiendo sido director
con unas cuantas películas rodadas en la década de los 20, conocía
perfectamente el oficio y con pocos planos explicar la historia, tal como
resuelve con maestría el flechazo entre Gabin y la turista, así como la
ascendencia que tiene Le Moko sobre los miembros de su banda y otros elementos
de ese microcosmos que es la casba.
Y filma de manera magistral el
final de la película, que mejora un filme que ya de por sí está muy bien, con
esa imagen de Gabin esposado junto a la verja del puerto mirando el barco en el
que la chica abandona Argel. Uno de esos planos que me recuerdan finales de
películas de Fritz Lang como en Más allá de la duda con Andrews mirando
el documento en que se le concedía el indulto: el hombre frente a su
destino.
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