martes, 9 de enero de 2024

PÉPÉ LE MOKO

 

Recuerdo haber visto Pépé Le Moko (1937), de Julien Duvivier, en los años ochenta, en una programación de la 2 y, obviamente, doblada en castellano. A pesar de las malas condiciones en que la vi, guardaba un buen recuerdo que se confirma cuando la puedo ver en un DVD en versión original.

A pesar de que la película tiene muchos argumentos, hay que empezar por destacar la grandeza de Jean Gabin.  Un grande del cine francés que, de haberse afincado en Hollywood, hubiera dado mucho juego y especialmente me lo imagino en el cine negro asumiendo algún papel de los que tuvieron Humphrey Bogart o Glenn Ford.  Mi admiración se acrecienta por lo que leí de su biografía. Llega a Estados Unidos después de la ocupación alemana en 1940 pero está poco en Hollywood, casi no rueda (apenas una película con Ida Lupino) aunque aprovecha la estancia para tener un romance con Marlene Dietrich. Una vez la guerra da un giro y empieza el declive alemán, rompe el contrato con una productora americana y se traslada a Europa para participar en la guerra por lo que afirmaba que había perdido dinero con tal de combatir en la liberación de Francia. Fue condecorado como héroe de guerra por la República Francesa.

Pero, además, era un gran actor, con ese aspecto de héroe trágico que no puede escapar a su destino como en la extraordinaria Le jour se léve de Marcel Carné, las películas que rodó con Renoir o esta Pépé Le Moko. Duro e inflexible, pero también sensible, pasional y sentimental; Gabin es una presencia con gran magnetismo en pantalla, abocado a finales sin salida posible como en la también extraordinaria El muelle de las sombras de Carné. 

En esta película de Duvivier lo tenemos como gangster parisino que se ha refugiado en la casba de Argel y es buscado por la policía francesa.  Las laberínticas y empinadas calles de la casba, junto a la extraordinaria densidad demográfica del lugar, actúan a la vez como refugio pero también prisión, solo allí es invulnerable a las fuerzas policiales. La policía hace un intento desafortunado de apresarlo al principio de la película e intenta una añagaza, aprovechando que un miembro de la banda es para Gabin como un hijo adoptivo, para capturarlo; pero con resultados infructuosos pese a que el entorno tampoco es del todo favorable a Gabin, siempre con el peligro de algún delator en su círculo cercano. La aparición de una bella turista, de la cual Gabin se enamora perdidamente, dará ocasión a que finalmente abandone la zona de seguridad de la casba y sea apresado en el puerto de Argel.

Duvivier filma con soltura y elegantes movimientos de cámara la casba argelina, con una cuidada ambientación para reproducir un lugar tan rico en detalles y matices. Habiendo sido director con unas cuantas películas rodadas en la década de los 20, conocía perfectamente el oficio y con pocos planos explicar la historia, tal como resuelve con maestría el flechazo entre Gabin y la turista, así como la ascendencia que tiene Le Moko sobre los miembros de su banda y otros elementos de ese microcosmos que es la casba.

Y filma de manera magistral el final de la película, que mejora un filme que ya de por sí está muy bien, con esa imagen de Gabin esposado junto a la verja del puerto mirando el barco en el que la chica abandona Argel. Uno de esos planos que me recuerdan finales de películas de Fritz Lang como en Más allá de la duda con Andrews mirando el documento en que se le concedía el indulto: el hombre frente a su destino.   

 

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