Tal vez no valga la pena comentar lo sucedido ayer en el
terreno de juego del campo del Amberes, en una noche en que el Barça volvió a
hacer un ridículo europeo. Los errores groseros de Romeu, la apatía de
Lewandovski, la impotencia de un exjugador como Sergi Roberto, el estancamiento
de Balde, la intrascendencia de Gundogan, la inexplicable y horrorosa actuación
de Koundé …, el club arrastra tantos problemas estructurales que no se pueden
reducir a analizar solo la debacle futbolística de ayer.
Tampoco vale la pena cebarse con Xavi, víctima de su dudosa
competencia, acreditada soberbia y dependencia, cuando no entreguismo, de la
gestión de Laporta. Su rueda de prensa pareció dada por un zombi, un hombre ya
defenestrado y agarrado a un discurso incoherente y traicionándose a sí mismo
cuando antepone el resultado al juego del equipo. Recordemos que Xavi dijo que aquí
no importaba ganar sino cómo se ganaba. Después del ridículo, en un grupo con
uno de los niveles más bajos de los ocho que componía la fase previa de la Champions,
repitió varias veces el mérito de haber quedado campeones de grupo. Daban ganas
de ir a Canaletas a celebrar ese magno triunfo.
El sainete de la convocatoria entre el lunes y el martes da una
muestra real de por dónde van los problemas futbolísticos del equipo. Laporta, y
su camarilla, quieren controlar al equipo para hacer sus negocios y nunca han
confiado en un Xavi que, pese a todo, ha comprado el discurso triunfalista y se
ha tragado las cesiones de los Joaos, que él no quería y han provocado un
desequilibrio del equipo salvo momentos puntuales, cuyo único objetivo era
atender a las necesidades de Mendes, uno de los compadres de Laporta.
Laporta ha gestionado la plantilla en función de sus intereses.
Teniendo a Aubemayang, que era un delantero contrastado, que se adaptó bien cuando
vino en enero de 2022 y para mí fue la clave que permitió al Barça remontar hasta
el subcampeonato; se empeñó en fichar a Lewandovski, un delantero que, por edad,
se encuentra claramente en el ocaso de su carera y que cada año cobra más,
llegando el año que viene, si es que sigue, a un salario de 32 millones de
euros. En tiempos de penurias económicas pagaron unos 50 millones al Bayern y
el comisionista amigo de Laporta, un israelí, se llevó 10 millones según se ha
publicado. Se deshicieron de Aubemayang traspasándolo al Chelsea por unos 20
millones. Es otro ejemplo de la dirección deportiva del Barça, gestionada por
Laporta, un representante de jugadores venido a secretario técnico como Deco y
demás tipos siniestros.
Y se podrían añadir más ejemplos. El cáncer del Barça en el
apartado futbolístico, y también en el económico y social, es Laporta.
Máxima presión el sábado para Xavi en Mestalla. Se dijo tras
el partido contra el Alavés que era la hora del entrenador y ya se ve dónde
estamos. Pero también es la hora de Laporta. Al igual que Xavi es esclavo de
sus palabras y se le ha de exigir que el equipo juegue bien porque solo con
ganar no basta, Laporta dijo que, a partir de su segundo mandato, perder tendría
consecuencias. A ver qué pasa en Valencia.
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