Dirigida por Carol Reed en 1965, El
tormento y el éxtasis es una de esas películas de corte histórico que
abundaron en la década de los años 60, con grandes repartos y directores de
prestigio. Aquí tenemos a Charlton Heston como Miguel Ángel y a Rex Harrison
como el papa Julio II.
Basada en una novela de Irving
Stone, la película se centra en todo el proceso que llevó a que Miguel Ángel
pintara los techos de la Capilla Sixtina, desde su rechazo inicial a asumir el
proyecto pues él se consideraba escultor hasta su finalización en un proyecto que se
materializó después de múltiples problemas y desencuentros entre el artista y
el Papa guerrero.
Cuando la vi de niño, me
sorprendió que el Papa fuera un guerrero y que, vestido con armadura militar,
se dedicara a asediar ciudades encabezando él mismo las tropas de artillería e
infantería.
A mi me gusta y convence la
interpretación de Heston. Enfrentado a un actor de la enorme dimensión de Rex
Harrison, no le pierde la cara al duelo. Recuerdo más memorables los duelos
O’Toole-Burton en Becket, o Harris-Guinness en Cromwell, pero
aquí Heston hace una buena interpretación alejado de los registros que solía
hacer como hombre de acción.
Lo mejor que tiene la película es
que, teniendo una duración de más de dos horas, se pasa rápido, no aburre y ése
es el mejor elogio que se puede hacer de cualquier filme. Mantiene siempre el
interés en ver ese duelo entre el artista y el mecenas que empieza con una
imposición del Papa a Miguel Ángel que se da cuenta que no ha empezado con buen
pie la obra. Desaparece voluntariamente de Roma, y trabajando en las canteras
de Carrara, encuentra la inspiración viendo la forma que tiene un paisaje
nuboso de cómo puede plasmar en los techos de la capilla la obra. Retorna al
Vaticano y Julio II da luz verde de
nuevo al proyecto aunque le va presionando constantemente respecto al tiempo de
ejecución de la obra, si bien también le defiende de la curia romana que juzga
sus pinturas obscenas al mostrar cuerpos desnudos. El Papa sabe presionar a
Miguel Ángel para que saque lo mejor de sí como artista y amaga de manera
malintencionada con darle el encargo final de la obra a Rafael Sanzio
(interpretado por Tomas Milian, un habitual de spaguettis western) tan solo
para espolear a Miguel Ángel que defiende la autoría de su obra y su
independencia como artista contra viento
y marea.
Con una banda sonora de Alex
North, y una elegante y brillante dirección de Reed, es un buen clásico del
cine histórico.
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