El déspota es una divertida
comedia de David Lean filmada en 1953, antes que el director inglés emprendiera las
superproducciones que más fama y premios le dieron.
Charles Laughton es el propietario
de un taller de zapatería con venta al público, un negocio que marcha bien en
la ciudad de Manchester y su situación personal es la viudedad con tres hijas
ya en edad de casarse. Laughton trata de manera despótica a sus hijas aunque,
viendo inevitable que por edad vayan a casarse, consentirá en que lo hagan las
dos menores pero no la mayor, interpretada por Brenda de Banzie, ya que quiere alguien
cercano que le cuide. La hija mayor, auténtica Deus ex machina de la película, maniobrará
para frustrar los planes de su padre casándose con el operario del taller, un
hombre hábil para la zapatería pero de baja extracción social interpretado por
John Mills, y fundando con él un negocio que competirá directamente con el de Laughton.
Propiciará también que sus hermanas se casen con sus prometidos y acudirá
finalmente en rescate de su padre, que ha acabado solo, con problemas de
comportamiento derivado de su alcoholismo y no aceptación de su marginalidad y desmoronamiento
en la relación con sus hijas; y reestructurarán el negocio en una sociedad que
recogerá los apellidos de los personajes de Laughton y Mills.
Al lado de películas tan potentes
como Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago, podríamos decir que es una película
menor pero agradable de ver y no exenta de puntos fuertes como las
interpretaciones de todo el elenco de actores y, especialmente, del trío
protagonista. Además, plantea de manera aguda, en el contexto de una obra
ambientada en la Inglaterra victoriana, las relaciones de clase y la batalla de
los sexos denunciando el machismo, la hipocresía, la opresión a las clases
sociales más desfavorecidas y un mercantilismo más bien deshumanizado.
Lean filma con su elegancia
habitual, destacando por ejemplo la noche en la que se produce la primera
relación entre Mills y De Banzie tras contraer matrimonio, con esa puerta que
se cierra quedándose la cámara en el taller mientras los protagonistas han
subido a la casa y la aparición de sus rostros, feliz pero muy contenida, en la
escena siguiente ya por la mañana. Lean sabía hacer cine. Y va dejando esas pinceladas
a lo largo de la película.
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