Leo Ahorita, apuntes sobre el
fin de la Era del fuego, ensayo muy corto de Martín Caparrós. Como en otros
libros del autor argentino, nos explica con su prosa fluida, lúcida, sutilmente
amarga y escéptica; muchas cuestiones relacionadas con nuestra atropellada vida
contemporánea: las redes sociales, los avances tecnológicos, la misión del
salvar el planeta, problemas alimentarios en población tanto de países
avanzados como subdesarrollados, el lenguaje inclusivo, … es decir, temas muy variados pero digamos que de rabiosa actualidad.
Hacia el final del libro habla de
la vejez y, por varias circunstancias, lo veo como un tema muy próximo, así que
comparto con él la preocupación por el deterioro que ocasiona la vejez y que él describe en estas líneas:
Para eso, tuvo que suceder el
mayor cambio que la historia no cuenta: la invención de la vejez. Siempre me
sorprendió que envejecer fuera pura degradación: que, con los años, el cuerpo
no ganara nada, perdiera sin parar. Me extrañaba que la naturaleza – que
presume de sabia- hubiera creado organismos tan dedicados al declive. Hasta que
entendí que la naturaleza no tiene ninguna culpa en todo esto: nos creó,
moderada, prudente, para vivir hasta los 30, 35 años, mientras somos sanos y
fuertes y capaces de reproducirnos para bien de la especie. Es lo que hacían
nuestros abuelos cavernarios, y es lo que vive bien un cuerpo. Fuimos nosotros
– soberbios, aterrados – los que inventamos las formas de alargar el recorrido
y, a fuerza de mejores alimentos, remedios, condiciones, creamos la vejez, y
cada vez le agregamos más años. Esta prórroga es nuestra gran conquista, pero
no la hemos completado: inventamos la vejez, no cómo detener el deterioro. La
hicimos, pero todavía no hemos sabido hacerla buena. Inventamos un estado
felizmente antinatural pero nos falta mucho: nos queda a medio hacer, lleno de
errores.
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