Operación Ogro es una película
dirigida por Gillo Pontecorvo que trata dos temas: el atentado a Carrero Blanco
y la escisión de ETA en los primeros
años de la democracia, si bien se la
asocia más con el primer tema con las imágenes, en pósters y cárteles publicitarios
de la película, del último viaje del almirante al cielo.
La película empieza en 1978 con
el encuentro entre una pareja de terroristas, y también sentimental con una
hija en común, en el que se ve que ETA se ha escindido y unos han abandonado la
lucha armada mientras otros la mantienen.
Esta pareja está interpretada por Eusebio Poncela y Angela Molina,
siendo el primero quien no renuncia a la lucha armada.
La película salta hacia atrás en
el tiempo para situarnos en la década de los 60 donde dos muchachos, futuros
terroristas, soportan la represión de la dictadura contra las expresiones
nacionalistas vascas. Y, después, ya la acción se sitúa en la época del
atentado a Carrero Blanco con una primera votación de la cúpula de ETA en la
que se decide secuestrar al almirante para canjearlo después por 150 presos
vascos. Con ese propósito se forma un
comando en el que, además de Poncela y Molina, están José Sacristán, Feodor
Atkine y Gian Maria Volonté.
Desde el principio, Poncela está
más por la labor de asesinar al almirante pensando que el canje no alterará la
dinámica de represión franquista y es más útil el asesinato de una figura que
podía ser respetada y aglutinar a todas las familias del franquismo. Si bien el
resto del comando quiere seguir con el plan inicial, el nombramiento de Carrero como presidente del Gobierno, cosa que conlleva que su escolta sea más numerosa,
precipita el cambio de planes y la excavación del túnel para colocar los explosivos
cuando pase el vehículo del almirante.
El atentado es culminado con
éxito y la acción vuelve a 1978 cuando Poncela, único miembro del comando que
pretende seguir la lucha armada, caerá malherido en un enfrentamiento con la
guardia civil y Molina y los demás miembros del comando, todos ya exterroristas,
se personarán en el hospital en que agoniza.
La película tiene buen pulso
narrativo, en ningún momento aburre, si bien no parece aprovechar demasiado a los
actores salvo en el caso de Poncela. Su personaje es el más complejo con su rebeldía
ante las primeras órdenes del secuestro, su relación con Molina y su perseverancia
en la lucha armada. Poncela responde con una buena interpretación. Pero los
personajes de Sacristán y Volonté no parecen estar desarrollados en el guion, son
bastante planos, no tienen ninguna historia propia que contar y se desaprovecha
el talento de dos grandes actores. Si se
hubieran desarrollado tal vez la película se habría enriquecido en uno de los
temas que podía ser interesante y sería explicar por qué unos abandonaron la lucha
armada y otros la prosiguieron. A lo mejor no era oportuno profundizar mucho en
este tema en 1980, año de la filmación.
En un momento dado, uno de los
integrantes del comando se plantea que cómo es que nadie se está dando cuenta
de los preparativos del atentado en los que se está excavando un túnel en una
céntrica calle madrileña y a pocos metros de la embajada americana. Lo que dice
el personaje dio lugar a especulaciones
e hizo que sobrevolara la duda acerca de una posible complicidad, aunque
fuera por omisión, de los servicios secretos americanos. Leo al respecto que el
historiador inglés Charles Powell, que ha tenido acceso a material
desclasificado de la CIA, no encuentra argumentos respecto a que los servicios
secretos supiesen nada y ello puede ser porque nadie era capaz de concebir la
idea que ETA pudiera hacer algo así en Madrid, la percepción era que una idea
así era descabellada.
Pontecorvo, co-autor del guion
junto a dos compatriotas, aprovecha la película para introducir alguna escena
en que se ve la represión franquista contra las clases trabajadoras y como la
policía persigue con saña a unos obreros en huelga que tratan de convencer a otros
que se sumen a la huelga y no sean esquiroles.
Operación ogro es una
película que está bien, aunque creo que podía haber dado más de sí y aprovechar
a Sacristán y Volonté con papeles más trabajados.
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