domingo, 9 de julio de 2023

OPERACION OGRO

 


Operación Ogro es una película dirigida por Gillo Pontecorvo que trata dos temas: el atentado a Carrero Blanco y la escisión  de ETA en los primeros años de la democracia,  si bien se la asocia más con el primer tema con las imágenes, en pósters y cárteles publicitarios de la película, del último viaje del almirante al cielo.

La película empieza en 1978 con el encuentro entre una pareja de terroristas, y también sentimental con una hija en común, en el que se ve que ETA se ha escindido y unos han abandonado la lucha armada mientras otros la mantienen.  Esta pareja está interpretada por Eusebio Poncela y Angela Molina, siendo el primero quien no renuncia a la lucha armada.

La película salta hacia atrás en el tiempo para situarnos en la década de los 60 donde dos muchachos, futuros terroristas, soportan la represión de la dictadura contra las expresiones nacionalistas vascas. Y, después, ya la acción se sitúa en la época del atentado a Carrero Blanco con una primera votación de la cúpula de ETA en la que se decide secuestrar al almirante para canjearlo después por 150 presos vascos.  Con ese propósito se forma un comando en el que, además de Poncela y Molina, están José Sacristán, Feodor Atkine y Gian Maria Volonté.

Desde el principio, Poncela está más por la labor de asesinar al almirante pensando que el canje no alterará la dinámica de represión franquista y es más útil el asesinato de una figura que podía ser respetada y aglutinar a todas las familias del franquismo. Si bien el resto del comando quiere seguir con el plan inicial, el nombramiento de Carrero como presidente del Gobierno, cosa que conlleva que su escolta sea más numerosa, precipita el cambio de planes y la excavación del túnel para colocar los explosivos cuando pase el vehículo del almirante.

El atentado es culminado con éxito y la acción vuelve a 1978 cuando Poncela, único miembro del comando que pretende seguir la lucha armada, caerá malherido en un enfrentamiento con la guardia civil y Molina y los demás miembros del comando, todos ya exterroristas, se personarán en el hospital en que agoniza.

La película tiene buen pulso narrativo, en ningún momento aburre, si bien no parece aprovechar demasiado a los actores salvo en el caso de Poncela. Su personaje es el más complejo con su rebeldía ante las primeras órdenes del secuestro, su relación con Molina y su perseverancia en la lucha armada. Poncela responde con una buena interpretación. Pero los personajes de Sacristán y Volonté no parecen estar desarrollados en el guion, son bastante planos, no tienen ninguna historia propia que contar y se desaprovecha el talento de dos grandes actores.  Si se hubieran desarrollado tal vez la película se habría enriquecido en uno de los temas que podía ser interesante y sería explicar por qué unos abandonaron la lucha armada y otros la prosiguieron. A lo mejor no era oportuno profundizar mucho en este tema en 1980, año de la filmación.

En un momento dado, uno de los integrantes del comando se plantea que cómo es que nadie se está dando cuenta de los preparativos del atentado en los que se está excavando un túnel en una céntrica calle madrileña y a pocos metros de la embajada americana. Lo que dice el personaje dio lugar a especulaciones  e hizo que sobrevolara la duda acerca de una posible complicidad, aunque fuera por omisión, de los servicios secretos americanos. Leo al respecto que el historiador inglés Charles Powell, que ha tenido acceso a material desclasificado de la CIA, no encuentra argumentos respecto a que los servicios secretos supiesen nada y ello puede ser porque nadie era capaz de concebir la idea que ETA pudiera hacer algo así en Madrid, la percepción era que una idea así era descabellada.  

Pontecorvo, co-autor del guion junto a dos compatriotas, aprovecha la película para introducir alguna escena en que se ve la represión franquista contra las clases trabajadoras y como la policía persigue con saña a unos obreros en huelga que tratan de convencer a otros que se sumen a la huelga y no sean esquiroles.

Operación ogro es una película que está bien, aunque creo que podía haber dado más de sí y aprovechar a Sacristán y Volonté con papeles más trabajados.

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