domingo, 30 de julio de 2023

NADIE OYÓ GRITAR


 

Después de haber rodado la espléndida La semana del asesino, Eloy de la Iglesia repitió con Vicente Parra de protagonista en  Nadie oyó gritar, un thriller que contó con Carmen Sevilla como protagonista femenina y con unos resultados mucho más discretos que en aquel primer film que en su difusión al extranjero se tituló Cannibal man.

Carmen Sevilla es una prostituta de lujo que tiene un cliente importante en Londres que es donde empieza la película. Tiene previsto otro viaje a Londres pero lo cancela a última hora y entonces, accidentalmente, ve como su vecino, Vicente Parra, intenta hacer desaparecer el cuerpo de una mujer por el hueco del ascensor de la finca. Parra le hace chantaje y la obliga a convertirse en su cómplice a la hora de deshacerse del cadáver que, en principio, es el de la mujer de Parra, personaje que interpreta María Asquerino.

Se desharán del cuerpo en un pantano y Sevilla lanzará al agua a Parra que apenas sabe nadar, intentará matarlo con la lancha pasándole por encima pero finalmente se arrepentirá, lo salvará dejándolo subir de nuevo a la lancha y se establecerá una relación de complicidad entre los dos personajes, ya insinuada en el viaje previo por carretera hasta llegar al pantano,  hasta que derive en relación sentimental, coincidiendo con su vuelta a Madrid y el giro final de la historia con una persiana que se baja dejando dentro del edificio solas a Sevilla y Asquerino.

No es que De la Iglesia fuera un director especialmente elegante, pero esta película está dirigida de manera bastante tosca, con abundancia de planos con teleobjetivo e inserción constante y molesta de primeros planos. La banda sonora es horrorosa y   la aparición de Tony Isbert, como amante de Sevilla que vive junto al embalse, parece gratuita y que solo sirva para expresar las inclinaciones homoeróticas del director. Si en La semana del asesino, la relación entre Parra y Eusebio Poncela hacía más atractiva la historia, aquí parece que más bien sobrq la relación entre Parra e Isbert.

La idea que alguien haya presenciado un crimen y sea obligado a ser cómplice del asesinato está bien planteada, y en algunos momentos la película consigue una buena tensión narrativa, pero es una película que queda por debajo de lo que esperaba

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