Lucio Fulci no solo hizo
películas de terror. También hizo un spaghetti western como Las pistolas
cantaron a muerte con un resultado
discreto. Contó para la ocasión con un rostro icónico del género como Franco
Nero, un actor que también frecuentó mucho el género como George Hilton y un
actor, Nino Castelnuovo, muy alejado aquí del registro que tiene en la película
por la que yo lo recuerdo más que es su aparición en la maravillosa Los
paraguas de Cherburgo.
Nero es un buscador de oro que es
llamado a volver a su localidad de origen y allí se encontrará con que un tal
Scott es un terrateniente que gobierna con despotismo toda la zona y se ha
adueñado de tierras y negocios. Tiene un hijo psicópata interpretado por
Castelnuovo que, en el inicio de la película, ha disfrutando haciendo que un hombre sea perseguido por una
jauría de perros . Nero, junto con su hermano Hilton, se enfrentará a Scott
para descubrir que, en realidad, ha sido este último quien le ha hecho volver
ya que es su auténtico padre. Hilton dará muerte al padre y habrá una última
lucha a muerte entre Nero y Castelnuovo.
Hay que destacar un personaje
divertido y es el de un chino cuyo oficio principal es el de enterrador, aunque
también es el pianista del saloon. Recita preceptos de Confucio para luego
poner en práctica todo lo contrario al espíritu de los preceptos y sablear a
quien puede.
También hay una buena escena en
una lucha con látigo entre Nero y Castelnuovo pero el tono de la película es
rutinario, el guion endeble y, aunque Nero siempre tiene presencia en una
película de este género, tuvo papeles mucho mejores en las películas de Sergio
Corbucci.
Fulci viviría días más inspirados
como director en el género del cine de terror que no en este anodino spaghetti.
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