Cielo negro es un potente melodrama y que, además, tiene
la virtud de ir de menos a más hasta llegar a un momento de gran intensidad
dramática con el intento de suicido de la protagonista y posterior desenlace.
Posteriormente,
y mientras busca otro trabajo, unas excompañeras se las ingenian para, con gran
malicia, contactar con un poeta (Fernando Rey) que vive precariamente y, en
gran parte, del sableo para que escriba unas cartas haciéndose pasar por aquel
compañero que se fue a Valencia. La precariedad del poeta es tal que escribe
las cartas a cambio de cafés con leche y magdalenas. Las cartas se irán animando y haciendo subir
las ilusiones de Emilia hasta que concluyen en casarse, pero la madre de Emilia
cae enferma terminal, le quedan pocas semanaS de vida y Emilia le pide a su
supuesto novio que adelante su llegada a Madrid antes que su madre muera. Aquí el
poeta decide dar fin a la farsa y le confiesa todo a Emilia, que ha escrito
aquellas cartas como una broma y pagado por terceros. Emilia se indigna pero le obliga a que se presente ante su madre y
cumpla el trámite de pedirle la mano a su hija para que muera en paz y pensando
que deja a la niña bien casada. Para colmo de desgracias, la chica va al
oftalmólogo que, tras explorarla, le dice que tiene una enfermedad degenerativa
por la cual perderá dentro de un tiempo la visón. La madre muere, en paz mientras
está con el poeta, y la desesperación de Emilia es tan grande que va a un
puente de Madrid, creo que está encima de la calle Segovia y es conocido por
haberse suicidado mucha gente, y se quiere suicidar pero cambia de idea y entra
en una iglesia donde se resigna y acepta su destino.
Mur
Oti retrata aquí las dificultades de una chica en una época, a principios de la
década de los 50, todavía muy complicada para las clases populares. Parece que
tan sutilmente que lo he tenido que leer, a través de donde trabaja Emilia se
infiere que es hija de un excombatiente republicano. Al principio de la
película hay un cierto idealismo e ingenuidad de la chica que pronto ha de
despertar a la realidad, Fortun no quiere nada con ella, unas víboras
compañeras montan una farsa y el personaje de Fernando Rey, aún sin malicia y
más desde la inconsciencia, le acaba haciendo daño.
Mur
Oti estaba especialmente dotado para el melodrama y me recuerda a Douglas Sirk,
el gusto por el detalle, por expresar de manera muy explícita la emotividad, en
algún momento hasta la exageración. Pero eso sumerge al espectador en el
sufrimiento de Emilia y la película se remata con un larguísimo travelling por
la calle que va del puente donde se intenta suicidar a una iglesia, en un
momento en que está lloviendo mucho y la
chica corre apresuradamente empapada de agua, hasta llegar a la iglesia y valorar
la vida por encima de cualquier contrariedad. Mur Oti se entretiene en ir al detalle del
rostro de Canales, mojado por la lluvia y ansiosa de llegar a la iglesia
(cuando antes la religión no había tenido presencia en la película) y que,
junto con la banda sonora, contagia mucha emotividad.
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