Compré hace varios meses un DVD doble que contiene la última película de William S. Hart, El hijo de la pradera, rodada en 1925, y 6 cortometrajes del período mudo. Mis conocimientos del western en el período mudo son escasos. Vi Asalto y robo a un tren, considerado el primer western de la historia, y las otras que he visto son de Ford: Straight shooting, El caballo de hierro y Tres hombres malos. De la década de los 30 tampoco he visto prácticamente nada, pero sabemos que fueron unos años en que el género parecía muerto, se hacían muchos films de nulo interés como todos los que hizo John Wayne en su juventud. Será en 1939 cuando Ford, con La diligencia, consigue que el western se haga mayor de edad y cambia la historia del género ... y del cine.
Hart es uno de los iconos del western en el mudo junto a Harry Carey, Tom Mix y Thomas H. Ince y sólo había visto algún cortometraje suyo hace muchos años. Cuando rueda El hijo de la pradera , Hart ya tiene 61 años, nada disimulados bajo un rostro pétreo que me recuerda mucho al de Randolph Scott en los westerns que rodó con Boetticher en los cincuenta. Era un hombre que había sido cowboy en su juventud y, más que actuar, gran parte de las cosas que hacía delante de la pantalla habían sido sus quehaceres habituales durante su juventud. Es lo que tiene que el género western nazca en 1903 con Asalto y robo a un tren y hay muchas películas, como Wild Bunch, que se localizan cronológicamente incluso en la década siguiente del siglo XX y cuando ya se empezaban a usar aviones con finalidades bélicas como dice en la película William Holden.
El hijo de la pradera plantea un tema muy típico del western como es la búsqueda de una tierra, por parte de colonos provenientes del este, para establecerse y cultivarla haciéndola productiva. Además, la acción se basa en un hecho histórico y es la apertura del territorio cherokee de Oklahoma a los colonos, auspiciada por el Gobierno a finales del siglo XIX y en contra de los intereses de los terratenientes ganaderos que habían ocupado aquel territorio.
No obstante, la película no muestra ningún enfrentamiento entre ganaderos y agricultores. Hart es un cowboy y asume con tristeza y resignación que el Oeste, tal como él lo ha vivido, se ha terminado con los nuevos asentamientos de los colonos que traen una vida más civilizada. En principio, él es un personaje incapaz de asentarse y manifiesta que sólo se establecerá en una tierra cuando sea la que tenga en su sepultura. Pero se enamorará de una de las chicas de los colonos, cambiará de opinión y se lanzará también a la carrera que el Gobierno ha programado para ocupar esos territorios. La tensión dramática del film vendrá por culpa del hermano de la chica y un compinche, auténticos villanos, que pretenden hacer trampas en la asignación de las tierras y, tras varias peripecias, serán frenados por Hart antes del happy end.
El hijo de la pradera se ve con agrado. Y la edición en DVD se acompaña con una introducción del propio Hart, hecha en 1939, en la que explica las circunstancias históricas que recoge la película y también se ve su pasión por los westerns que, por lo que explica, hizo hasta que el cuerpo no le dio para más. Fallecería siete años más tarde a la respetable edad de 82 años.
Destacaría el montaje en la escena del cañonazo que es la señal para que las caravanas se lancen a la carrera de ocupar territorios, ya que transmite muy bien las sensaciones y expectativas de los colonos. Es un montaje que calificaría de brillante teniendo en cuenta que la película es de 1925. Así pues, El hijo de la pradera es un título importante en la lentísima evolución del western en los primeros treinta años del siglo. Y tiene un tono crepuscular siendo la última película de uno de los iconos del western de todos los tiempos.
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