TROIS PLACES POUR LE 26
Trois places pour le 26 es una película tremendamente nostálgica rodada
en 1988. Su director, Jacques Demy, moriría víctima del SIDA sólo dos años más
tarde en 1990 y recupera el tono de película musical, contando con Michel
Legrand como compositor de la banda sonora, en la línea de lo que había
empezado a hacer casi treinta años atrás. El protagonista, Yves Montand, también
moriría poco después, en 1991, y la película tiene como uno de sus hilos
narrativos su llegada a Marsella para ensayar un espectáculo musical que trata
sobre su vida.
Es el inicio de la película lo que más me ha gustado. Montand, marsellés de adopción, llega a la estación de ferrocarril de la ciudad portuaria francesa y desciende las escaleras que comunican la estación con una de las avenidas en un número musical con una espléndida coreografía.
Los ensayos del espectáculo es la parte en la que se dan la mayoría de números musicales y vemos a Montand cantar y bailar claqué. Y se escenifican momentos de su vida, desde su marcha a París en el período de la ocupación alemana, el descubrimiento de su talento artístico por parte de Edith Piaf, cómo conoce a la que fue su mujer Simone Signoret y su llegada a Hollywood para rodar El multimillonario con Marilyn Monroe, que sería también su amante. Es una parte de la película brillante, con el dominio que Demy tenía del cine musical y un Montand carismático en su papel interpretándose a sí mismo.
Luego está, como ficción, la parte de comedia romántica, más banal y previsible. Ante la ausencia de la partenaire femenina del espectáculo, el director contrata a una chica joven y entusiasta que, además de hacerlo muy bien y cosechar buenas críticas en el estreno de la obra, resultará ser la propia hija de Montand, aunque él mismo desconoce su existencia y recuperará al final de la película la relación que tuvo con su madre.
Y la película se despide en las mismas escaleras del inicio y que conducen a la estación. Pensaba que habría un último número de despedida con apoteósica coreografía pero no es así. En un plano aéreo que certifica el happy end comienzan a salir los títulos de crédito.
Aunque no esté a la altura de sus obras magnas de la década de los 60, a quines nos gusta Demy sin duda pasamos un buen rato viendo Trois places pour le 26.
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