ESTAN VIVOS
John Carpenter siempre me ha parecido un director interesante, con personalidad y con una filmografía que, como la de todo el mundo, es irregular pero en la que destacan algunos títulos importantes, sobre todo en el terreno del cine fantástico que fue el que más frecuentó.
En 1988 dirigió Están vivos como una parábola antifascista y anticapitalista en respuesta a una América que había elegido ocho años antes a un presidente, Ronald Reagan, que sin duda marcó un antes y un después en la política mundial. Por su temática, consistente en una invasión extraterrestre advertida por el protagonista y en la que los hombres son subyugados y sometidos a lavados de cerebro por parte de una casta dirigente alienígena que se ha hecho con el poder y recursos de la Tierra, enlazaría directamente con la obra maestra de Don Siegel, La invasión de los ultracuerpos, rodada más de treinta años atrás.
Significativamente, el personaje protagonista, interpretado por Roddy Piper, se llama John Nada y es un auténtico homeless, que llega y se emplea como obrero de la construcción, trabajando en negro, en una zona marginal de Los Ángeles. Allí averigua que hay un movimiento insurgente que lucha contra los alienígenas mientras la mayoría de la población recibe mensajes por los que ha de obedecer, consumir, reproducirse y, en definitiva, llevar una vida de borregos. Unas gafas de sol serán el mecanismo que le permitirá a John Nada distinguir a los alienígenas ya que, cuando se las pone, convierten la visión en monocromática y la cara de los alienígenas adquiere forma de calavera, además de mostrar las consignas de obediencia.
Las fuerzas policiales, caracterizadas de forma deliberadamente fascista y como agentes del nuevo orden, arrasaran el poblado chabolista en la que viven los desfavorecidos con una saña considerable y después se dedicarán obstinadamente a complicar la vida a Piper y su amigo hasta un final que queda abierto y que no es ni lo más importante ni lo más destacado de la película. Creo que a Carpenter lo que le interesaba era el mensaje a dar y su fuerte contenido político.
La película tiene como lastre la interpretación de Piper al cual, no obstante, no se le puede hacer ningún reproche ya que no era un actor sino un luchador de wrestling y sus razones tendría Carpenter para hacer esta elección. También es verdad que algún giro de guion no parece bien explicado y podría estar mejor desarrollado, pero el film se ve de manera muy amena y Carpenter además es un buen cineasta en la parte que la película tiene de cine de acción.
Y lo que me parece mejor de su película es su actualidad. Si Carpenter la concibió como respuesta a la América de Reagan, lo que empezó este presidente en 1980 se ha acentuado en las décadas que se han sucedido hasta este 2023. Si la película censura el consumismo, obediencia y falta de criterio de una sociedad que empezaba a cerrarse sobre sí misma, y mostraba un lado más reaccionario que en décadas precedentes, todo esto no ha hecho más que ir in crescendo. La película se ha hecho más actual porque sigue siendo, como supongo quería Carpenter, incisiva y transgresora. Es prueba de ello que, hace unos diez años, el filósofo esloveno Slavoj Zizek hablara de la película en sus intervenciones en la Guía ideológica para pervertidos, documental de Sophie Fiennes, y señalara que la ideología que se nos impone nos quita esas gafas de la película, no vemos la realidad sino solo lo aparente que otros quieren que veamos.
Están vivos es una película entretenida y con un mensaje de rabiosa actualidad.
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