lunes, 22 de diciembre de 2025

EL PECADO DE CLUNY BROWN

 

Veo en la filmoteca El pecado de Clunny Brown (1946), dentro del ciclo Aula de cinema. El profesor que hace la introducción está perfecto porque la liquida en cinco minutos. Y, además, refiere aquella frase de Billy Wilder a Charles Bracket cuando el segundo, en el sepelio de Ernest Lubitsch, lamenta haberlo perdido, respondiéndole Wilder: “ha pasado algo peor que perder a Lubitsch, hemos pedido las películas de Lubitsch”. 

Pero, afortunadamente, quedaron unas cuantas y la vista ayer en la Filmoteca fue la última filmada por el maestro berlinés, ya que empezó La dama del armiño pero, tras su muerte, la finalizó Otto Preminger 

El pecado de Clunny Brown explica la historia romántica entre un refugiado checo (Adam Bellinski) que se ha exiliado a Reino Unido, en los meses anteriores al estallido de la II Guerra Mundal, y una chica aficionada a la fontanería que su tío envía como criada a una rica mansión. Tras una escena muy divertida de introducción, a propósito de la pericia como fontanera de la chica, en la que los personajes se conocen en Londres, la acción se traslada más adelante a esa mansión ya que el refugiado checo, que es escritor, es invitado por el hijo de los dueños aristocráticos de la mansión.  

La película tiene un tono de comedia en torno a los enredos y equívocos en las relaciones amorosas entre el hijo de los dueños de la mansión (Peter Lawford) y su novia; así como Clunny con el farmacéutico del pueblo, manteniéndose al margen Bellinski, aunque, enamorado de Clunny, se aprovechará de la ruptura con el farmacéutico por culpa de la irrefrenable pasión por la fontanería que tiene la chica. 

Lubistch rueda con su personal estilo de manera admirable una historia sencilla, pero en la que introduce la mordacidad con la que muestra una sociedad tradicional e inmovilista (los padres de Lawford y el farmaceutico ) frente a la libertad de Clunny y Belinski que, una vez juntos, emigran a EEUU, acabando la pelicula en una avenida neoyorquina junto al escaparate de una librería en el que se hallan best sellers de Belinski, convertido en escritor de éxito.  

No soy entusiasta seguidor de los protagonistas, Charles Boyer y Jennifer Jones, pero me han resultado simpáticos en la película. Ahora que la palabra fontanera se ha estigmatizado con la desagradable Leyre Díaz, resulta placentero ver a una fontanera tan guapa como Jennifer Jones.  

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