Después de ver en los últimos
meses Los girasoles y Los camaradas, compruebo la grandeza de
Marcello Mastroianni en una película que hace con otro registro muy diferente
al de aquellas: Divorcio a la italiana (1961). El filme de Pietro Germi es una
comedia muy divertida y con un Mastroianni estelar en el papel de un decadente
barón siciliano empobrecido que, enamorado de su adolescente prima, planea
deshacerse de su mujer y, tras ver una noticia en la prensa, cree que puede
provocar una situación en la que, con la excusa de salvar su honor por causa de
un adulterio de su mujer, pueda asesinarla y obtener una condena benévola por
la aplicación de un artículo del Código Penal que suaviza los crímenes si se
efectúan por el honor mancillado. Le facilitará la tarea que su mujer, a su
vez, tiene como amante a un pintor de un pueblo vecino y huye con él. El pintor
está casado y tiene una mujer que también querrá, por la deshonra de que su
marido está con otra, asesinarlo por los mismos motivos que el barón. El
personaje de Mastroianni es condenado a tan solo tres años de prisión y su
estancia en la cárcel se ve favorecida por una amnistía que, comenta el
personaje ya que la historia la cuenta en off el propio protagonista, se daba
periódicamente en Italia cada tres años. Así que puede volver en poco tiempo a su pueblo, casarse
con su prima adolescente y ser feliz. O no.
Germi hace una sátira para
retratar la pacata e hipócrita sociedad de un pueblo siciliano, con algunos
elementos propios de aquella isla, pero también otros que serían extrapolables
al resto de Italia. Da la impresión de
que el pueblo es poco productivo, hay escasa actividad económica, del propio
barón no se sabe muy bien cuál es su ocupación laboral pero sí queda claro que
la religiosidad está muy presente en aquellos parajes y hay muchas iglesias. En
una de ellas, un sacerdote, desde el púlpito, orienta al electorado y aconseja votar a un partido que
sea demócrata y cristiano. La política está representada con el local del
pueblo del partido democratacristiano, aunque también hay una sección local del
PCI, como pasaba en tota Italia.
Toda la película está llena de
situaciones de comedia divertidas, destacando cuando el barón compra en Catania
un aparato para realizar escuchas y grabaciones con el objeto de poder tener la
prueba de la relación adúltera de su mujer, dando lugar a situaciones equívocas
y frustrantes. También es muy divertido ver como todo el pueblo acude a una
proyección de La dolce vita pese a que el párroco ha desaconsejado a sus
feligreses que fueran a ver una película pecaminosa y moralmente corrompida. O
el vacío que le hace la población a la familia del barón, una vez ha quedado
como cornudo con la huida de su mujer con el pintor, que afecta incluso a su
hermana que se ve obligada a romper su compromiso con su novio, un empleado de
pompas fúnebres
Germi satiriza la institución
del matrimonio, indisoluble en Italia hasta que se votó en el referéndum de
1974 su aprobación, pero también la Iglesia, la Justicia y la población
siciliana, compuesta por hombres ociosos y decadentes con mujeres bigotudas, y todos ellos
reprimidos sexualmente. A la mujer del
barón, interpretada por la actriz Daniela Rocca, le pintan un bigotillo para
afearla pero, en realidad, era un mujer muy guapa que ganó el título de miss
Catania en 1953
Mastroianni está genial desde
el principio, con pequeños gestos y miradas da talla a su personaje, un cínico
que pretende librarse de su mujer acogiéndose al honor cuando él mismo, en esas
situaciones que dan lugar a la comedia, es quien favorece en la sombra la
relación de ella con el pintor.
Germi da un toque maestro en el
final de la película, con el pie de la joven Stefania Sandrelli rozando,
mientras besa a Mastroianni, el pie del chico que lleva el timón de la pequeña
embarcación de recreo con la que han salido al mar.
Gran comedia del irrepetible
Mastroianni.
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