sábado, 13 de abril de 2024

VIVE COMO QUIERAS

 

Aunque haya quien pueda calificar el cine de Capra como sensiblero, envejecido o demasiado edulcorante, a mí me parece que sigue siendo un cine con el que disfrutar y esta película, rodada en 1938, me parece fresca y divertida.

A pesar de que los papeles interpretados por James Stewart y Jean Arthur tienen una historia de amor viniendo de clases sociales muy diferentes, él siendo hijo de un importante banquero y ella trabajando de secretaria en el banco; el núcleo principal de la película es el antagonismo entre los respectivos progenitores: el bondadoso y despreocupado abuelo de Arthur, interpretado por Lionel Barrymore, frente al padre de Stewart, un banquero obsesionado con el trabajo y el balance de la entidad bancaria, interpretado por Edward Arnold.

Poderosísima actuación la de Barrymore, un actor tan bueno que aquí tiene el papel totalmente opuesto al que haría ocho años más tarde en ¡Qué bello es vivir!. Si allí, interpretando al Sr. Potter, era malvado y abyecto, tacaño y obsesionado con amasar riqueza; aquí es todo lo contrario, un hombre que renunció al dinero que podía obtener en el mundo financiero a cambio de tener tiempo para dedicarlo a las cosas que le gustan y a su familia. Al lado de Barrymore, cualquier actor puede quedar empequeñecido, pero también Arnold hace una buena interpretación.

Vive como quieras es una comedia que tiene un ritmo muy bueno, con momentos muy divertidos como cuando ambas familias van a parar a la cárcel al ser Arnold víctima involuntaria de una trampa que sus secuaces han tendido a la familia de Barrymore, el cual se niega a vender su casa arruinando un negocio de especulación inmobiliaria del banquero. Con una duración de dos horas, no fatiga en ningún momento gracias a ese ritmo tan bien conseguido, como en otras películas de Capra.

Mi escena favorita, también muy divertida, es la del juicio posterior al encarcelamiento. Una vez le han impuesto a Barrymore una multa de 100 dólares, Arnold se ofrece a pagarla por él con menosprecio y soberbia. Rechazado ese ofrecimiento, son los vecinos que han acudido como público a la sala de vistas, en una escena parecida a la que luego rodará años más tarde en ¡Qué bello es vivir!, quienes, de manera solidaria, con pequeñas aportaciones, incluida una del propio juez, completarán el pago de la multa.

La película es tan optimista que todo acaba bien. Y la redención que se le niega al Sr. Potter en ¡Qué bello es vivir!, sí la tendrá Arnold en Vive como quieras. No me parece baladí ese detalle, habían pasado ocho años entre ambas películas y también una guerra mundial que causó millones de muertos. El mensaje en 1946 tiene un tono sombrío con el irredento Sr. Potter reclamando la cárcel para Stewart en el último plano en que aparece.  

Tal como estamos, en un mundo con cada vez más desigualdades e injusticia social, las películas de Capra, aun cuando tengan un punto ingenuo, no pueden dejar de estar de actualidad y mantener la vigencia de su mensaje.

 

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