Aunque haya quien pueda calificar
el cine de Capra como sensiblero, envejecido o demasiado edulcorante, a mí me
parece que sigue siendo un cine con el que disfrutar y esta película, rodada en
1938, me parece fresca y divertida.
A pesar de que los papeles interpretados
por James Stewart y Jean Arthur tienen
una historia de amor viniendo de clases sociales muy diferentes, él siendo hijo
de un importante banquero y ella trabajando de secretaria en el banco; el núcleo
principal de la película es el antagonismo entre los respectivos progenitores:
el bondadoso y despreocupado abuelo de Arthur, interpretado por Lionel
Barrymore, frente al padre de Stewart, un banquero obsesionado con el trabajo y
el balance de la entidad bancaria, interpretado por Edward Arnold.
Poderosísima actuación la de
Barrymore, un actor tan bueno que aquí tiene el papel totalmente opuesto al que
haría ocho años más tarde en ¡Qué bello es vivir!. Si allí, interpretando
al Sr. Potter, era malvado y abyecto, tacaño y obsesionado con amasar riqueza; aquí
es todo lo contrario, un hombre que renunció al dinero que podía obtener en el
mundo financiero a cambio de tener tiempo para dedicarlo a las cosas que le gustan
y a su familia. Al lado de Barrymore, cualquier actor puede quedar empequeñecido,
pero también Arnold hace una buena interpretación.
Vive como quieras es una
comedia que tiene un ritmo muy bueno, con momentos muy divertidos como cuando
ambas familias van a parar a la cárcel al ser Arnold víctima involuntaria de una
trampa que sus secuaces han tendido a la familia de Barrymore, el cual se niega
a vender su casa arruinando un negocio de especulación inmobiliaria del
banquero. Con una duración de dos horas, no fatiga en ningún momento gracias a
ese ritmo tan bien conseguido, como en otras películas de Capra.
Mi escena favorita, también muy
divertida, es la del juicio posterior al encarcelamiento. Una vez le han
impuesto a Barrymore una multa de 100 dólares, Arnold se ofrece a pagarla por
él con menosprecio y soberbia. Rechazado ese ofrecimiento, son los vecinos que
han acudido como público a la sala de vistas, en una escena parecida a la que
luego rodará años más tarde en ¡Qué bello es vivir!, quienes, de
manera solidaria, con pequeñas aportaciones, incluida una del propio juez,
completarán el pago de la multa.
La película es tan optimista
que todo acaba bien. Y la redención que se le niega al Sr. Potter en ¡Qué
bello es vivir!, sí la tendrá Arnold en Vive como quieras. No me parece
baladí ese detalle, habían pasado ocho años entre ambas películas y también una
guerra mundial que causó millones de muertos. El mensaje en 1946 tiene un tono
sombrío con el irredento Sr. Potter reclamando la cárcel para Stewart en el
último plano en que aparece.
Tal como estamos, en un mundo
con cada vez más desigualdades e injusticia social, las películas de Capra, aun
cuando tengan un punto ingenuo, no pueden dejar de estar de actualidad y
mantener la vigencia de su mensaje.
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