jueves, 25 de abril de 2024

EL ESPEJO DE NUESTRAS PENAS

 

Acabo de leer la primera trilogía de Pierre Lemaitre, Los hijos del desastre, con el último volumen, titulado El espejo de nuestras penas. Si en los anteriores volúmenes se abarcaban algunos años en cada uno de ellos, en éste apenas son unos dos escasos meses, los que van desde abril de 1940 hasta el mes de junio.

El inicio del libro es muy potente cuando Louise, que en el primer volumen es la niña de la casa en que se alojan tras acabar la guerra los dos soldados protagonistas, accede a recibir dinero por quedarse desnuda ante un doctor que solo pretende observarla. Cuando se desnuda en la habitación de un hotel, el doctor saca un revólver y se intenta suicidar, cosa que no consigue de manera inmediata pero sí queda malherido falleciendo al día siguiente.  Luego el lector irá conociendo que el doctor era el antiguo amante de la madre de Louise, con la que se portó bastante mal y le arrebató un hijo, hermanastro de Louise, que ella se dispone a buscar al tener conocimiento de su existencia una vez empieza a investigar quién era aquel hombre, pues hasta entonces tan solo era un cliente del restaurante en el que ella trabajaba.

Lemaitre nos presenta más personajes y lo que hace en esta novela es desarrollar sus tramas y hacerlos confluir a casi todos al final de la novela en un mismo espacio, una especie de campamento para refugiados improvisado, al sur de París, en medio del caos del mes de junio de 1940 cuando los alemanes invaden Francia.

Así, tenemos a dos soldados como protagonistas: Gabriel, un profesor de matemáticas y Raoul, un buscavidas que se ha enrolado en el ejército y siempre está implicado en asuntos turbios, que es justamente el hermanastro que busca Louise. Los dos soldados empezarán la acción en un fuerte de la línea Maginot, de la que son trasladados y, en medio de la posterior desbandada, entran a una casa con lo que son acusados de saqueadores. Gran parte de la novela estarán encarcelados y su viaje, basado en hechos reales, a pie hacia el sur de Francia dará lugar a que entre en escena otro personaje, Fernand, oficial de la guardia republicana móvil que custodia a los prisioneros y su mujer Alice, que ha ido a parar al campamento en el que se acabarán encontrando todos los personajes. El último personaje de la novela es Desiré, un hombre camaleónico capaz de hacerse pasar por abogado o médico y que, en el curso de la novela, primero formará parte del equipo de propaganda que redacta los partes de guerra y luego se hará pasar por sacerdote en el campamento haciendo una meritoria labor.

Con el mismo estilo narrativo ágil y atrayente para el lector, la novela se desarrolla en un momento histórico que culmina todos los defectos de la sociedad francesa explicados en los dos volúmenes precedentes y que desemboca en un colapso, un hundimiento del estado en toda regla. Unos momentos en que los protagonistas encuentran acciones egoístas e insolidarias, pero también todo lo contrario en ese desorden absoluto en el que el estado ha desaparecido antes de que se haga efectiva la ocupación alemana.

Una gran trilogía.

 

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