En 1990 Aki
Kaurismaki cambió los escenarios de Helsinki por los de Londres para rodar Contraté
un asesino a sueldo, si bien no busco las calles londinenses más famosas y
con más glamour sino que rodó en escenarios urbanos más bien cutres, sucios y
decadentes, siguiendo la misma tónica de paisajes urbanos de la capital finesa.
Kaurismaki nos
regala en esta película una comedia, con tintes negros y absurdos. Un ciudadano
francés (Henri) residente en Londres vive una aburrida y aislada vida como oficinista
hasta que es despedido. Entonces, carente de objetivos vitales, decide
suicidarse pero sus intentos son chapuceros, intenta ahorcarse pero no sabe
hacerlo provocando un estropicio y no le sale bien hacerlo con gas debido a una
huelga de la compañía que corta el suministro. Entonces decide contratar un
asesino a sueldo para que le mate, entregándole al hampón de turno su propia
foto con la dirección en la que vive, además del dinero por el servicio. Pero,
inmediatamente, en un pub conoce a una vendedora de rosas (Margaret) con la que
tiene un flechazo instantáneo y rodado de manera fulminante por Kaurismaki. El
protagonista, que ha encontrado por primera vez el amor en su vida, ya no
quiere morir, pero la maquinaria se ha puesto en marcha y no se puede parar. A partir de entonces,
será perseguido por un sicario subcontratista del hampón que tiene un cáncer terminal, mientras hace
planes para huir con su novia hasta llegar el desenlace, optimista como casi
siempre en sus películas. Antes se producen situaciones absurdas como un atraco
a una joyería en el que Henri participa solo con la mirada, pero pasa a ser
sospechoso publicándose una foto suya en los periódicos con gafas de sol sacada
con la cámara de videovigilancia. Siempre hay sentido del humor en las
películas de Kaurismaki, pero ésta es la que he visto más volcada a expresarlo de manera más explícita, exceptuando Lenigrand cowboys go America que vi hace mucho tiempo.
La elección de
Jean Pierre Leaud como protagonista es muy acertada. Siendo un actor bastante
malo, su inexpresividad le va bien al cine de Kaurismaki, que busca
expresamente mostrar esos personajes a los que les cuesta exteriorizar sus
sentimientos y, además, aquí incluso le da un toque humorístico.
El director finés
vuelva a mostrar un mundo de personajes cercados a la marginalidad, gente
desarraigada como expresa Margaret cuando, en un momento en que hacen planes
para huir de Londres, dice que la clase obrera no tiene patria. La pareja
protagonista, buscando refugio del asesino, lo encuentra en un hotel
destartalado con un recepcionista siniestro, o en un cochambroso bar donde
Henri trabaja un tiempo de cocinero y vemos como pone a la parrilla una
mugrienta hamburguesa. Pero incluso el sicario es un hombre cque se mueve en la precariedad, con cargas
familiares, problemas para pagar facturas, una hija a la que mantener y, al
final, da muestras de humanidad en su comportamiento.
La libertad con
la que rueda el director finés es absoluta. Sin que venga a cuenta, interrumpe
un momento la película para que, en un bar en el que entra un momento el
protagonista, Joe Strummer interprete una canción. Además del cameo de Strummer,
la banda sonora incluye blues, rock y su siempre admirado Carlos Gardel,
cantando aquí Mi Buenos Aires querido.
Su estilo seco,
cortante, minimalista, con elipsis y con pocos diálogos hacen que casi se pueda ver como una
película muda, tal es la fuerza de las imágenes con las que Kaurismaki cuenta
una historia sencilla pero llena de humanidad.
Otra convincente,
entretenida y divertida película del director finés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.