Le Havre (2011) es otra película de Aki Kaurismaki en la que, mezclando
de nuevo una historia dramática con un suave sentido del humor, nos
muestra la actitud decente del protagonista del filme, de algunos de sus
vecinos y, incluso y de manera sorpresiva, de un policía.
Marcel Marx,
después de llevar una vida bohemia, se ha asentado en la ciudad portuaria de la
Francia atlántica trabajando de limpiabotas. Allí vive con su mujer en
una casa sin ningún lujo y relacionándose con propietarios de modestos negocios
del barrio, un bar y un colmado, así como un vietnamita llamado Chang que ha
regularizado sus papeles en Europa como inmigrante chino. A Marx le sucederán
dos cosas que alterarán su monótona pero aparentemente plácida existencia. Por
una parte, su mujer enfermará de cáncer y será internada en un centro
hospitalario y, por otro lado, recogerá a un chico preasolescente que ha llegado desde el
continente africano en el container de un barco que ha atracado en Le Havre y
ha conseguido huir de la policía, siendo activamente buscando por ésta como se
ve por el seguimiento periodístico del caso. Marx se desvivirá por ayudar
desinteresadamente al chico, averiguando primero que su madre vive en Londres y,
posteriormente, logrará embarcarlo ilegalmente en un pequeño barco que cruza el
Canal de la Mancha para que llegue a la capital inglesa.
Como en El
otro lado de la esperanza, encontramos a una gente, Marx y sus vecinos además
de Chang, volcados en una acción solidaria y digna, aunque sea transgrediendo
la ley, escondiendo a un inmigrante ilegal y embarcándolo de forma ilícita con
rumbo al Reino Unido. Gente que son de clase social baja, pero con valores y
sensibles al drama de la inmigración, en este caso con el añadido de tratarse
de un menor.
Kaurismaki sigue
fiel a su estilo, no dramatiza, no enfatiza, muestra los rostros de los demás
inmigrantes que iban en el container y no hace falta añadir mucho más para
captar la situación dramática de esa gente. Y nos arranca una sonrisa con su
sentido del humor, aquí con el momento más divertido cuando Marx organiza,
junto con Chang, un concierto para conseguir fondos y poder pagar los 3.000
euros para la travesía marítima del chico. El concierto lo da el rockero
francés de origen italiano Little Bob interpretándose a sí mismo, y jugando en
casa pues es natural de Le Havre siendo su nombre real Roberto Piazza.
Kaurismaki remata la película con un final ilusionante, y seguramente utópico, pero muy bonito y reconfortante para una buena persona com es Marcel Marx.
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