La productora Hammer inauguraba la década de los 70 con esta película en la que se nota la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Relajada la censura respecto a cuando la productora había empezado a hacer sus películas de terror más célebres en los 50, el contenido sexual se hacía más evidente incluyendo escenas en las que las vampiras aparecen desnudas de cintura para arriba. Se hacía más explícita una sexualidad que siempre había estado presente, de manera más recatada pero con mucha fuerza, en las películas de las sagas Drácula, e incluso Frankenstein. Además, abordaba el lesbianismo en el cine vampírico, que luego sería retomado por la Hammer en dos secuelas y que también explotó en algunos de sus films más conocidos Jesús Franco.
Basada en una obra literaria titulada Carmilia, de Sheridan le Fanu, la protagonista es una vampira que se diferencia del famoso conde Drácula en no dormir en una tumba y hacer vida "normal" mientras capta a las chicas que necesita para satisfacer sus deseos. En cambio, sí rechaza los ajos, retrocede ante el símbolo de la cruz y su eliminación pasa por clavarle una estaca en el corazón. Carmilia, que adopta luego nombres diferentes, va vampirizando chicas jóvenes después de haberse salvado de una matanza que el barón Von Hartog no puede culminar hasta que el propio barón, junto al padre y novio de la última de las chicas acosadas, acaban con la vampira en el castillo donde ha tenido lugar el inicio de la película.
Fue dirigida por Roy Ward Baker, alumno no aventajado de Terence Fischer, pero sí los suficientemente competente como para manejar con solvencia la realización de una película, especialmente acertado en la puesta en escena de las brumosas secuencias inicial y final de la película que se desarrollan en el castillo en que viven las vampiras. La atmosfera de esas escenas, irreal y nublosa, está bien conseguida. Menos conseguidas están unas escenas psicodélicas en que se representan los sueños de las chicas antes de ser atacadas.
En cuanto a la interpretación, destacar la presencia de Ingrid Pitt, actriz polaca naturalizada británica, que dota de gran sensualidad a su personaje y la presencia de Peter Cushing en un papel secundario, como padre de la primera víctima de la vampira, pero actuando siempre de acuerdo al tono sombrío que el género exigía.
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