En el nuevo espacio Texas
recuperamos una obra de La calórica titulada Fairfly. Cuatro amigos, trabajadores
de una empresa de productos alimenticios infantiles, se ven afectados por un
ERE y debaten cómo salvar sus puestos de trabajo. Uno de ellos tiene la innovadora
(y asquerosa) idea de emprender un proyecto empresarial a base de producir y
vender alimentos infantiles que tienen como materia principal larvas de mosca. Con
entusiasmo, se lanzan a esa aventura empresarial, con la cultura de los nuevos emprendedores
y ganas de cambiar el mundo. Los dos primeros años todo funciona bien y el
proyecto ha cuajado consiguiendo cuota de mercado pero, llegados al tercero, un
raquítico aumento del beneficio de un 0’02% demuestra que se está produciendo
un cambio de tendencia. Entonces, se producen disensiones entre los amigos pues,
mientras dos de ellos creen que han de abrirse a que la distribución del producto
la haga una gran empresa, otro cree que hay que dirigir la orientación del negocio
hacia un grupo de consumidores elitista; y la última integrante del grupo
quiere seguir con la orientación inicial, basada en unos principios de gestión
consecuentes con los propósitos iniciales, pero que se han demostrado ineficaces
para luchar en el mercado con otras empresas que han copiado el producto. Transcurridos otros dos años aproximadamente,
definitivamente el proyecto no tiene viabilidad y va a ser absorbido por una
gran empresa del mercado en la que ahora trabaja, de manera sorprendente, la amiga
que más defendía la pureza del negocio y que se marchó de la empresa. Las relaciones
personales entre todos los personajes, dos de ellos una pareja que tienen un
hijo y los otros dos que tienen un romance, quedan tocadas e incluso
destruidas. En definitiva, una pesadilla que hubiera sido mejor no vivir y
volver al inicio de la obra en la que simplemente se quería redactar una carta
para protestar contra el ERE y salvar los puestos laborales.
Hay que destacar como Joan
Yago, escritor de la obra, aúna humor y drama , así como Israel Solà sintetiza
con su dirección los años en los que sucede la obra transitando en diversas
etapas con unos enlaces perfectos en el reducido escenario. La disparatada idea
que unas larvas de mosca sirvan como comida infantil, junto con la descripción de
muchas situaciones de los personajes y el buen hacer de los actores, sirve para
la diversión y que se oigan muchas carcajadas a lo largo de la obra. Pero luego
también está el drama, relaciones de amistad destruidas y también
sentimentales, traiciones, insatisfacciones y frustraciones. Y luego está la crítica
social en la que, como en otras obras de La calórica todo queda abierto, no hay
soluciones; pero también queda clara la a menudo estafa de los emprendedores, no
es tan fácil empezar en un garaje y acabar como Steve Jobs, la mayoría de los proyectos
no encuentran viabilidad en un mercado que actúa según leyes implacables del
orden capitalista.
Muy bien escrita, muy bien dirigida,
muy bien interpretada y pasamos unos muy buenos 80 minutos con la obra.
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